Paulo Reglus Neves Freire nació en Brasil el 19 de septiembre de 1921 en la ciudad de Recife, capital del estado de Pernambuco. Este estado forma parte de la zona del Nordeste, región que hasta hoy se reconoce como la más pobre y la de peores condiciones de vida de todo el país. Así, podemos asegurar que Freire vio de cerca la miseria, marginación y explotación de los desposeídos brasileños y, seguramente, ése fue el origen de su incansable lucha en contra de la injusticia social, misma que se reflejó en el desarrollo de sus estrategias pedagógicas.
¿Por qué y para qué aprendemos?
Paulo Reglus Neves Freire (1921-1997).
Para Freire, aprender y enseñar son actos simultáneos: sólo se puede enseñar aprendiendo y cuando aprendemos también enseñamos. Una cosa no existe sin la otra. Lo anterior se debe, según la explicación freiriana, a que:
[...] fue aprendiendo socialmente como, históricamente, mujeres y hombres descubrieron que era posible enseñar. Fue así, aprendiendo socialmente, como en el transcurso de los tiempos mujeres y hombres percibieron que era posible –después, preciso– trabajar maneras, caminos, métodos de enseñar. Aprender precedió a enseñar [...]. 2
Así, si aprender fue primero que enseñar, el educador no es tal si no está dispuesto a aprender con y de sus educandos, pues “nadie educa a nadie. Nadie se educa solo. Los hombres se educan juntos en la transformación del mundo”.3
Por otro lado, no hay que olvidar que el ser humano, a diferencia del animal, tiene una relación activa con el espacio y con el tiempo, pues tiene la capacidad de transformarlos. En contraste, el animal se adapta a su medio sin otro móvil que su nato instinto (que no conciencia) de sobrevivencia, es un ser cerrado en sí mismo que no toma decisiones, no tiene finalidades, no es capaz de darle sentido al mundo, es ahistórico.
Por su parte, el hombre es un ser abierto que se integra al mundo creativamente, posee una captación reflexiva de lo que lo rodea, toma decisiones y responde a los desafíos que le son impuestos, por eso su vida es “existencia histórica”. En una interpretación muy personal del Génesis de
De esta manera, el hombre aprehende el mundo y aprende del mundo. Pero éste no es un aprendizaje solitario, es, como afirma nuestro autor, aprendizaje colectivo. Sólo después de que juntos mujeres y hombres tomaron conciencia de que aprendían del mundo, fue que descubrieron la posibilidad de enseñar.
Asimismo, es posible afirmar que el hombre no sólo tiene contacto con el mundo, sino que construye una relación con éste, relación que puede ser transformada ad infinitum. Por esta razón, Paulo Freire nos recuerda que somos seres inacabados, es decir, en constante formación y transformación. Nuestro eterno “estar siendo” nos convierte en seres con vocación, y es aquí donde Freire fundamenta su pedagogía para la liberación, pues afirma que nuestra vocación es, precisamente, la libertad.
Desde finales del siglo XIX la escuela parecía atravesar por una crisis,4 se tenía la impresión de que algo no funcionaba, y peor, se pensaba que la escuela dificultaba más que facilitar el aprendizaje. A raíz de ello, surgieron varias corrientes que cuestionaban la escuela tradicional, es decir, una escuela con relaciones y métodos autoritarios, cuya realidad estaba al margen de la vida, fundamentada en la disciplina y el castigo y, entre otras cosas, con un método basado en el orden y la programación, donde el maestro tenía el papel principal, mientras los alumnos “debían acostumbrarse a hacer la voluntad más de otras personas que la suya propia”.5 Entre los críticos de esta escuela hay muchos nombres conocidos: Freud, Marx y Engels, Makarenko, Gramsci, Althusser, Bourdieu y Paulo Freire, entre otros.
En este contexto y desde América Latina, Freire lanzaba su crítica a la escuela tradicional. La escuela latinoamericana no sólo poseía todas las características arriba mencionadas, además estaba marcada por la colonización, pues apoyaba desde entonces la idea del pueblo como un objeto, una masa ignorante, y no como un sujeto.
En ese sentido, el pedagogo brasileño cree que la escuela debe dejar de responder a los intereses de los poderosos para ponerse a disposición de las clases populares, ayudar en el desarrollo de una conciencia crítica y formar parte de la lucha por la dignidad.
De este modo, pensar que el capitalismo, o cualquier otro sistema económico-social, es imperfectible contradice la naturaleza inacabada del ser humano y su eterno “estar siendo”. En ese contexto el aprendizaje sería imposible, pues ¿qué se puede aprender de un mundo en el que ya se ha dicho todo, un mundo inflexible y hermético? ¿Acaso nos tendríamos que conformar con repetir lo que se ha dicho e imitar lo que se ha establecido como lo “mejor”? Freire no lo piensa así, no cree en el fin de la historia, no acepta el punto final que los poderosos le han puesto a una realidad que los favorece sólo a ellos.
En las escuelas del Movimiento de los Sin Tierra (mst) se estudia la historia sobre la injusta repartición de tierra en Brasil y la trayectoria del Movimiento por
El constructivismo freiriano
Haciendo un resumen somero, podemos decir que la pedagogía propuesta por Paulo Freire comprende, más o menos, las siguientes premisas:
a) Todos pueden aprender.
b) Todos saben algo.
c) El sujeto es responsable de la construcción de conocimiento y de darle un nuevo significado a lo que aprende.
d) Se aprende cuando el educando posee un proyecto de vida donde ese conocimiento es significativo.
1. Investigación temática. Se refiere a la elaboración de una biografía propia a través de un tema generador. El tema generador depende del momento específico que se vive y a través de él se pretende establecer un diálogo con el mundo que mediatiza al educando. Este paso significa, según Freire, el ingreso al universo temático del pueblo.
3. Problematización o visión crítica de la realidad social del educando. En esta fase es donde se aspira a incentivar la acción hacia la libertad, ya que, a través de esta visión crítica “el hombre deja de estar atado a lo que es y percibe la necesidad de la lucha por lo que puede ser.”9
Entonces, no sólo se trata de aprender a leer y escribir, la escuela debe ser un espacio donde analizo el entorno social en el cual me desenvuelvo, es un espacio donde hombres y mujeres aprenden a dialogar sobre sus experiencias de vida, pues, si no es para compartir mi experiencia y mi visión del mundo, ¿qué sentido tiene aprender a leer y escribir?, ¿leer y escribir sobre qué?, ¿para qué?
La idea anterior nos permite decir que la relación hombre-mundo está forzosamente acompañada de la relación hombre-hombre, cuya correspondencia está marcada por la comunicación, esto es, por la palabra. El lenguaje surgió ante la necesidad de dialogar con el otro, de pronunciar el mundo que percibíamos y cotejarlo con el mundo de los otros. Para Freire, la palabra es el vehículo necesario entre reflexión y acción, la palabra es praxis, es la posibilidad de, a través del diálogo que ella genera, transformar al mundo.
De esa premisa surge la teoría de la comunicación pedagógica de Freire, cuya proposición esencial es que la educación es diálogo, es el encuentro entre dos o más sujetos cuyo objetivo es la búsqueda colectiva de los significados sociales. Por ello, la educación no puede ser vista como una mera transmisión de conocimientos de un sujeto que sabe a otro ignorante (recordemos que todos sabemos algo), sino la coparticipación en el acto de comprender. En palabras llanas, la comunicación pedagógica de Freire recuerda que la educación es un acto comunicativo en el que los signos lingüísticos de educandos y educadores deben compartir un mismo universo. Esta comunicación es bilateral y sólo es posible con la comprensión de los condicionamientos socioculturales del educando. Educar no es invasión cultural, no es mesianismo, no es subestimación, es un proceso en el cual se respeta al alumno, es concientizar sin violentar la conciencia del otro.
Romper con las dicotomías tradicionales es romper con los métodos autoritarios. Nos referimos a los binomios que aseguran que el maestro educa mientras el educando aprende, el primero sabe, habla, disciplina y escoge los contenidos programáticos y el segundo ignora, escucha, se disciplina y se adapta a los contenidos. En cambio, la educación para la liberación niega la unilateralidad del aprendizaje entre educador y educando, despierta la creatividad y la reflexión, busca la comunión y la solidaridad, busca una relación horizontal entre profesor y alumno, pues no se puede aprender a ser democrático a través de métodos autoritarios.